Nadie como Larra para retratar la España de principios del siglo XIX. A pesar de que ya hayan pasado doscientos años desde que escribiera sus artículos, sigue siendo un placer leerlos. Las escenas que describe, el lenguaje que utiliza, los retratos cómicos y a la vez certeros de sus personajes,… hacen disfrutar al lector.
Sirva como ejemplo este fragmento de El pobrecito hablador donde habla de la costumbre del español de no devolver los libros que le prestan:
[…] «Señor Munguía: soy aficionado a leer, y además gusto de comprar libros, cosa bastante rara en este país, que usted con su acostumbrada malignidad suele llamar Batuecas. Tenía, pues, una pequeña biblioteca que me divertía no poco en mis ratos perdidos, y en la cual me miraba como en un espejo; pero es el caso que tengo por mi desgracia más amigos que libros tenía. ¿Cómo se niega un libro a un amigo? En una palabra, yo he prestado mis libros con la mejor voluntad del mundo, pero si va a decir verdad con poco entendimiento: mis amigos, que no deben de tener mucha memoria, y si mucha adhesión a todas mis cosas, no me han devuelto mis libros. Hánseme quedado con obras descalabradas, otras han desaparecido enteras, y si alguno me las ha restituido después de largas súplicas al efecto y luengos plazos halas traído llenas de aceite, dobladas las hojas, rozadas las pastas, y con varios garrapatos, palotes y monitos del niño de la casa que está aprendiendo a escribir. ¡Libros de mi alma y amigos de todos los diablos! Me han dicho que en las batuecas no soy el único a quien esto sucede, porque es costumbre no comprar libros mientras haya amigos que los tengan, y más costumbre no hacer escrúpulos de quedarse con los que a uno le prestan. […]
Cuidada edicion de los artículos de Larra por la Biblioteca Castro.
Larra puso fin a su vida un 13 de febrero de 1837 disparándose un tiro en la sien. Poco antes, recibió la visita de su amante, una mujer casada, que parece ser fue a decirle que ponía fin a su relación. En la visita, Dolores Armijo -que así se llamaba su amante – acompañada de su cuñada, le devolvió unas cartas. De todas las causas de suicidio, tal vez la más absurda sea esta que se dice «por amor». De esta forma terminó sus días uno de los grandes escritores españoles del siglo XIX.