Cómo aprender a reparar relojes

Tabla de contenidos

Introducción

De las diversas actividades que forman parte del arte de la relojería, posiblemente la más conocida por el público en general sea la de la reparación de relojes.

La reparación de un reloj no suele ser una tarea sencilla. Para abordarla con éxito se requerirán años de experiencia y un gran número de conocimientos teórico-prácticos. Hay varias formas de aprender los procedimientos de reparación. Las circunstancias particulares de cada persona y el objetivo buscado, determinarán la mejor opción para cada caso. Ninguna de ellas es excluyente de las demás. Aprender en una escuela de relojería, con un maestro relojero o de forma autodidacta, son tres opciones para el que desee adentrarse en el mundo las reparaciones de relojes.

Mecanismo reloj
Mecanismo de un reloj París

Escuelas de relojería

Esta es la opción más interesante. Cursar una carrera en una prestigiosa escuela de relojería, será ideal para adquirir los conocimientos fundamentales del relojero. Suiza es uno de los países más interesantes para aprender relojería. La elección de una escuela en ese país será una acertada decisión. Habrá que elegir la escuela y el programa de formación que mejor se adapte a los objetivos del alumno. Relojería, Micromecánica, Microtecnología, Relojería de servicio post venta, Reparación y restauración de relojes, … son las especialidades que ofrecen al alumnado algunas escuelas. Cada centro de enseñanza tiene sus particular plan de formación. Este tipo de formación va más allá de la necesaria para abordar las reparaciones. Se trata de estudios académicos reglados, que abordan la formación integral teórico-práctica del alumno.

La llamada «crisis del cuarzo», que se inició en los años 70 del siglo XX, no solo hizo desaparecer a un gran número de marcas de relojería suizas. La profesión de relojero perdió atractivo para muchos jóvenes, que no veían futuro dentro de una industria afectada por una crisis tan profunda. A consecuencia de ello, la enseñanza de la relojería también se resintió. Dos décadas después, en los años 90, retornó el interés por los relojes mecánicos y por las marcas de Alta Relojería. Esto dio un nuevo impulso a las escuelas relojería.

École Technique de la Vallée de Joux
École Technique de la Vallée de Joux. (Fuente de la imagen: página web de la ETVJ en Facebook)

Tres prestigiosas escuelas de relojería:

  • Lycée Edgar Faure. Situada en Morteau (Doubs), localidad del Franco Condado, en la parte francesa del macizo del Jura.
  • Escuela de relojería de Ginebra. Fue fundada en 1824. Es la más antigua de Suiza.
  • École Technique de la Vallée de Joux. Situada en Le Sentier, cantón de Vaud, en el Valle del Joux.

Las grandes marcas de relojería cuentan también con centros de enseñanza. El grupo Richemont, Cartier, Rolex,… han creado escuelas de formación en Alta Relojería.

Escuelas y centros de formación de Relojería en España

España cuenta con varios centros de formación de Relojería:

  • Escuela de Relojería Pedro Izquierdo.
  • Instituto Mare de Déu de la Mercé
  • Industrial Martí de Relojería
  • Escuela de Relojería Comercial Kirman
torno relojero
Torno de relojero Bergeón. (Fuente de la imagen: Bergeón)

Formación con un maestro relojero

Contratar los servicios de un maestro relojero es otra opción para el aprendizaje de las técnicas de reparación. A través de Internet es posible encontrar profesionales que ofrecen cursos de formación. En varios países de Europa pueden encontrarse. En Suiza, Francia, e incluso España existe la posibilidad de encontrar profesionales para recibir este tipo de enseñanza.

La profesión de relojero en muchas ocasiones ha perdurado en el seno familiar, transmitiéndose de padres a hijos a través de varias generaciones. En esos casos, el padre, el abuelo o cualquier otro miembro de la familia, enseñaba el oficio al joven, siguiéndose así la tradición relojera familiar.

Hay muchos ejemplos de familias de relojeros célebres, y no célebres, de la misma familia. Entre las primeros, podemos citar a los Brocot en Francia, los Jaquet-Droz en Suiza o los Beha en Alemania. La relación de sagas de familias relojeras es amplia. Mucho más numerosa es, lógicamente, la nómina de relojeros anónimos de la misma familia, que también se han dedicado al oficio de la relojería durante varias generaciones.

En España cabe citar a la familia de los Santolaya, cuya tradición en el oficio de la relojería se remonta a mediados de siglo XIX. Seis son ya las generaciones de esta familia que se han dedicado a la relojería. Luis Montañés Fontela nos habla en su libro «La Máquina de las horas (Ediciones Isla, 1975)», de uno de los miembros de esa familia: el relojero Pablo Santolaya. Su historia, los sinsabores de la profesión, anécdotas…, narrados por Montañés desde el afecto y la admiración hacia el, que se deja entrever en sus palabras.

Nos dice Luis Montañés: […] «Pablo Santolaya inculca el amor al oficio en su hijo Manuel José: «Desmonta y limpia ese Morez. Después limpia ese reloj inglés. Hay que fundir plomo para esas pesas. Monta ese Morez que ya está limpio. Pero ¿cómo haces eso así? Adecenta también ese coronamiento. Arregla el army metálico de este reloj. Repasa aquel despertador Helvetia. Vete a comprar fornitura a los almacenes. Atiende tu hoy los abonos de dar cuerda…» […]

Formación autodidacta

Sirva lo siguiente, a modo de sugerencias para quien desee iniciarse en el campo de las reparaciones de relojería de forma autodidacta, y no sepa por donde empezar.

Esta forma de aprender tiene la ventaja de que uno mismo establece el ritmo de aprendizaje, pero requerirá grandes dosis de voluntad e ilusión, sin los cuales no se llegará lejos.

Será necesario disponer de un lugar adecuado para organizar paulatinamente un pequeño taller. En función del tipo de relojes objeto de estudio y aprendizaje, ese espacio deberá tener mayor o menor tamaño. Si se va a trabajar con relojes de pulsera o bolsillo el  espacio necesario será mucho menor que el requerido para la relojería gruesa. Igualmente, las máquinas y herramientas para reparar cada tipo de relojes serán diferentes. Lo ideal es que el espacio de trabajo tenga buena iluminación natural. Es conveniente que sea un lugar tranquilo en el que se pueda trabajar sin ser molestado.

Será necesario ir formando una pequeña biblioteca sobre relojería. En ella deberá haber libros de todo tipo: generalistas, especializados en una determinada clase de reloj, de Relojería Teórica, de Mecánica, Física, etcétera. Contar con una buena base teórica ayudará a comprender muchas cosas sobre el funcionamiento de los relojes. Buena parte de la bibliografía relojera disponible está escrita en inglés, francés y alemán. Conocer alguno de estos idiomas ampliará las posibilidades del  aprendizaje. Si no se conocen, no se podrá acceder a una valiosa información.

Es importante ver como trabajan los maestros relojeros. Aprenda de ellos. En internet pueden encontrase muchos videos en los que auténticos maestros de la relojería muestran la forma de realizar determinadas reparaciones: cómo reparar un pivote, cómo insertar un diente en una rueda dentada que lo ha perdido, cómo insertar buchones en una platina, cómo sacar un muelle real de un barrilete, etcétera. Será conveniente buscar videos de interés y verlos varias veces, prestando mucha atención a todos los detalles. Repita las cosas, no las haga una sola vez. Reflexione sobre lo que ha visto o leído.

La práctica se adquirirá poco a poco. Al principio se empezará «jugando» con mecanismos sin ningún valor, incluso incompletos, sucios, oxidados,… Elija para aprender los mecanismos en peor estado. Se observará su estado, se sacarán fotos, se desmontarán, se limpiarán las piezas, y se montarán. Un operación de este tipo, aún sin que el mecanismo pueda funcionar, animará al alumno a seguir adelante y reforzará la confianza en sí mismo.

Dibuje los mecanismos, sus piezas… Haga croquis a mano alzada; haga también dibujos a escala de piezas y mecanismos, poniendo cotas en el plano. Aprenda a medir con precisión. Representar las piezas le ayudará a visualizar la forma de fabricar una pieza cuando sea necesario.

Acostúmbrese a llevar un diario de sus trabajos y reflexiones relojeras. Anote en el lo que quiere hacer, lo que hace, si algo salió mal y porqué. Trate de mejorar constantemente. Documente su trabajo. Haga fotografías de las cosas con las que trabaja. Al principio serán de esos mecanismos de deshecho que parecían piezas de chatarra, después, de los primeros mecanismos sencillos que poco a poco podrá empezar a reparar.

La relojería tiene una componente práctica importante, y requiere de cierto grado de habilidad manual, paciencia, dotes de observación, y experiencia. Esta última solo se adquirirá con el tiempo, aprendiendo de los aciertos y los errores.

Si se es perseverante y mantiene la ilusión por aprender, el único límite para el aprendizaje será el que usted mismo se marque. A medida que vaya pasando el tiempo, irá viendo algunos resultados. Si se ha esforzado lo suficiente, verá que ya puede hacer ciertas operaciones sencillas que inicialmente le parecían irrealizables.

Por último, mantenga siempre la curiosidad por aprender. Es una de las mejores cualidades para conducirse en la vida. Investigue las cosas, hágase preguntas, escuche a los maestros. Por fortuna, hoy es posible ver a algunos a través de internet. Por último, considere la posibilidad de asistir a cursos de formación de relojería, en la medida de sus posibilidades. Emprender un plan de formación autodidacta, no es incompatible con la asistencia a cursos de relojería especializados que le ayudarán en el aprendizaje de las técnicas del relojero.

Aprendizaje en la Baja Edad Media

Cuando se ven los relojes de torre primitivos, con los que se medía el tiempo en la Edad Media, inevitablemente surgen algunas preguntas: ¿quién los hizo?, ¿cómo fueron capaces de hacerlos?, ¿cómo se aprendía el oficio de relojero?.

Es comúnmente aceptado que la relojería mecánica se inició en el siglo XIII, en algún lugar de lo que hoy conocemos como centro de Europa. Se cree que el reloj mecánico surgió en un entorno monástico.

Ese primitivo ingenio mecánico, que carece de esfera y solo dispone de una campana para ayudar a seguir la vida en el monasterio, dará lugar a los primeros relojes de torre en la Baja Edad Media, siglos XIV y XV.  El reloj mecánico pasará de tener un uso eclesiástico, a otro civil en las ciudades de mayor importancia. No será este el único cambio. También se hará cada vez más pequeño.

El reloj se hará cada vez de menor tamaño para que pueda tener otros usos. Los enormes mecanismos de los relojes de torre, darán lugar a otros mucho más pequeños que se colocarán en los palacios de las clases privilegiadas. El empeño por seguir disminuyendo su tamaño no se detendrá, y se llegará – gracias al invento del volante espiral – a hacerlo portátil.

De rerum varietate
De rerum varietate IX, 47, Hieronnymi Cardani

Los relojes de torre de la Baja Edad Media eran de hierro. Fueron obra de herreros y cerrajeros, los artesanos que sabían trabajar ese metal. Su actividad, y la del resto de artesanos que trabajaban en las ciudades, estaba fuertemente regulada por los gremios. Cada oficio tenía el suyo; algunos eran muy poderosos, otros tenían una influencia menor. Cuando empiezan a construirse relojes de torre en ciudades europeas, la actividad gremial controlaba todo lo relacionado con ellos; incluido quien podía dedicarse al oficio y la forma en la que debía desarrollarse el aprendizaje.

En los gremios había tres categorías: aprendiz, oficial y maestro. El maestro se comprometía a enseñar el oficio al aprendiz. Este no percibía retribución alguna; recibía del maestro, alojamiento y manutención, además de la enseñanza del oficio. El gremio controlaba la calidad de las obras realizadas, y mantenía la situación de privilegio de sus agremiados.

Reloj gótico
Reloj gótico

Cuando en el seno de un determinado gremio surgía un nuevo oficio que se diferenciaba de lo que tradicionalmente se venía haciendo, los agremiados que pertenecían a el podían separarse formando otro independiente. Cuando se hacen los primeros relojes de torre eran los gremios de herreros y cerrajeros  los que ordenaban la actividad de sus artífices.

Veamos lo que nos dice  José Antonio García-Diego sobre el aprendizaje de la relojería en la España de Felipe II, en su libro Los relojes y autómatas de Juanelo Turriano (Colección TEMPVUS FVUGIT, Monografías españolas de relojería VI):

[…] «Para ser aprendiz había que tener, como mínimo, doce años y probar que se era hijo legítimo y libre ( o sea, no siervo).

El aspirante debía ser propuesto por un maestro.

La duración de aprendizaje era de tres años. Y después de seis o siete se llegaba a ser oficial, estando entonces autorizado éste para continuar su trabajo y estudio de forma itinerante: tradición que, aunque no exactamente igual, se conserva hoy en los Compagnons du tour de France.

El título de maestro, según los requisitos de Augsburgo, se obtenía a una edad media de veintiocho años, con un mínimo de veintitrés y un máximo de treinta y ocho. Pero esto correspondía a los hijos de agremiados; para los que venían de fuera había que contar con unos tres años más». […]

Los gremios decidían en lo tocante al aprendizaje. En la ciudad de Augsburgo, uno de los principales centros de construcción de relojes, se crea en el siglo XVI el primer gremio independiente de relojeros, según nos dice José Antonio García-Diego en el libro anteriormente citado.

«Los gremios eran una pieza fundamental del sistema social; tanto que la Revolución Francesa no hubiera podido llegar a cambiar tan profundamente el mundo sin abolirlos», nos cuenta José Antonio García-Diego, poniendo un curioso ejemplo del poder que tenían:

[…] «Hans Spaichl, cobrero de Nuremberg, inventó un torno perfeccionado; y con ello empezaron sus desdichas.

El Consejo le prohibió fabricar más hasta que decidieran si podía hacer daño a la ciudad; venderlo a alguien no agremiado y desde luego viajar. Después le ofrecieron 100 florines por destruir la máquina – que le había costado 300 – siempre que, además, prometiera no reincidir. Años después aún fabricó otro torno, que se hizo desaparecer. Y comunicó la idea a uno de sus colegas, que también produjo un nuevo ejemplar, con el resultado de pasar ocho días en un calabozo, para que aprendiera «a no hacer lo mismo otra vez».

Como se verá, el sistema afectaba incluso a la formación de la familia. También el número de talleres se mantenía constante y se limitaba la admisión de nuevos agremiados: se consideraba incluso que el aumentar la producción disminuía la demanda». […]

Reloj gótico
Reloj gótico

En Francia el primer gremio independiente de relojeros data de mediados del siglo XVI. En 1544 Francisco I les concede un estatuto a petición de siete maestros de París «ahora que la invención de los relojes ha sido encontrada para vivir y conducirse en regla y orden de virtud», según leemos en la obra de José Antonio García-Diego. Se establece la prohibición de tener un aprendiz por menos de seis años, y cuando llevara cuatro años ya se podía tener un segundo. El grado de maestro solo se obtenía tras haber presentado su «chef d’oeuvre» (obra maestra). Las viudas podían seguir manteniendo su taller «siempre que tuvieran en el, hombres seguros y expertos», y si volvían a casarse, en el caso de que el marido no fuera maestro, se le obligaba a obtener el grado.

Grabado relojes
Grabado representando un taller de relojería.