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MARCEL MOULÈS, Tombeboeuf et Castillonnès
El reloj que se muestra es un típico reloj antiguo francés del siglo XIX. Dispone de un mecanismo a pesas. La autonomía de marcha es de una semana. La sonería es de horas y medias – con repetición de horas – sobre campana. Se trata de la clásica sonería de rastrillo recto y caracol. Es una sonería sin preparación. El movimiento – regulado por un péndulo real que dispone de un autómata – tiene un escape de áncora con retroceso. La caja está decorada con motivos florales que se integran perfectamente con la policromía del péndulo y la pieza de latón que rodea la esfera del reloj. Es de madera de conífera: pino, abeto,… En el péndulo vemos la figura de un hombre guiando un carro tirado por un caballo. La oscilación de péndulo actúa sobre el mecanismo del autómata, dotando de movimiento a la figura que blande un látigo sobre el caballo. Este, a su vez, mueve la cabeza. La forma y movimientos del autómata, crean con la oscilación del péndulo, una curiosa escena que parece cobrar vida.
Este tipo de relojes con autómatas en el péndulo son muy apreciados por los coleccionistas.
Sobre la esfera del reloj leemos: MARCEL MOULÈS Tombeboeuf et Castillonnès, que nos indica el nombre del relojero o relojería en la que se vendió, Marcell Moulès, y la población en la que se encontraba su taller o relojería; en este caso Tombeboeuf et Castillonnès, una población del sur oeste francés en la región de Aquitania.
Al igual que ocurre con los muebles, los relojes de cierto tamaño como este, quedan mejor cuando tienen espacio a su alrededor para brillar con todo su esplendor.
Reparación del reloj
Los problemas que podemos encontrarnos al reparar un reloj pueden ser de muchos tipos. Uno de los más comunes es el desgaste de ciertas partes del mecanismo. También es frecuente que tengan suciedad y falta de engrase. En la imagen siguiente podemos ver el mecanismo del reloj completamente desmontado.
Estos relojes pueden conservarse en estado de funcionamiento durante mucho tiempo, si se tratan razonablemente bien y se engrasan periódicamente. Si es así, seguirán midiendo el paso del tiempo por generaciones.
En las imágenes anteriores, vemos un detalle del movimiento de reloj. En la parte superior, la rueda de escape. El áncora no está montado.
Limpieza del mecanismo
Cuando el reloj lleva mucho tiempo sin revisión alguna, suele ocurrir – como en este caso – que haya restos de grasa, aceite y polvo entre los dientes y alas de las ruedas dentadas y piñones. Se trata de partículas sólidas que deben retirarse.
Restos de suciedad en las piezas
Pulido y engrase
Con ambas operaciones, pulido y engrase de ciertas superficies de las piezas del mecanismo, buscamos dos objetivos: 1) Reducir las fuerzas de rozamiento, y 2) disminuir el desgaste.
Con ellas se consigue un mejor funcionamiento del reloj; y además, se favorece su conservación.
El Franco Condado
Este tipo de relojes son conocidos en España por el nombre de la localidad francesa de la que muchos son originarios: La población de Morez.
Al reloj del Franco Condado – La Franche Comté – los franceses lo llaman horloge comtoise. Su foco principal de fabricación estuvo en las localidades de Morez y Morbier, que forman parte del mismo conjunto urbano.
La referencia escrita más antigua de la denominación Franche Comté, data del siglo XIV. Cuenta la leyenda que el conde Borgoñón Reginaldo III de Borgoña (1093 – 1148) se negó a pagar tributos al Sacro Emperador, y en virtud de ello al antiguo Condado se le llamó La Franche Comté; Franco Condado, o condado con exención del pago de impuestos. Perteneció a la Monarquía hispánica desde el siglo XVI, cuando Carlos V lo recibió en herencia al morir su padre, Felipe El Hermoso. El Franco Condado fue ocupado por Francia en 1674, y cuatro años después – reinando en la Monarquía Hispánica Carlos II – cedido a ese país en virtud del Tratado de Nimega.
El reloj comtoise nace en la Franche Comté en la segunda mitad del siglo XVII. En el libro La Comtoise, La Morez, La Morbier, histoire et Technique, de Francis Maitzner y Jean Moreau, leemos:
[…] «Vers l’an 1660, d’après une tradition de famille non contestée, le gardien du couvent des Capucins de Saint-Claude, étant à Morbier, demanda au Curé, si parmi les ouvriers du pays, il ne sén trouverait pas un capable de réparer l’horloge de son couvent qui était dérangée. Le Curé le conduisit chez un forgeron nommé MAYET, qui passait pour un ouvrier très habile. Celui-ci répondit qu’il fallait voir la pièce. Construite en bois, vieille et usée, elle ne pouvait se réparer. MAYET la copia parfaitement et fit une semblable en fer qu’il réussit. Elle était comme l’original à heures et demies, et elle marchait au moyen d’un ressort spiral». […]
[…] «Hacia el año 1660, según una indiscutible tradición familiar, el abad del convento de los capuchinos de Saint-Claude, estando en Morbier, preguntó al párroco si entre los trabajadores de la región se encontraría a alguien capaz de reparar el reloj de su convento, el cual no funcionaba. El sacerdote lo llevó a ver a un herrero llamado Mayet, que era considerado muy hábil. Mayet respondió que tenía que ver la pieza. Se trataba de un reloj de madera, viejo y desgastado, que no podía repararse. Mayet lo copió a la perfección y logró hacer otro similar de hierro. Era como el original, con sonería de horas y medias, y funcionaba mediante un resorte en espiral». […]
Y así, de esta forma nació La Comtoise, uno de los relojes más populares de la relojería francesa, tal como nos cuentan en su libro Francis Maitzer y Jean Moreau. En una región, el Franco Condado, en la que se desarrollaría una importante industria relojera.