Tal vez suene exagerado, pero creo que los libros nos salvarán la vida. Cuando el mundo ya no sea apto para cuerdos, el único refugio que nos quedará será el de los libros.
Hace un par de años acudí a una librería para buscar un libro técnico sobre una materia de la que debía preparar un trabajo. No fui a cualquier librería. Me dirigí a una estratégicamente situada frente a varias escuelas técnicas superiores y facultades universitarias de la ciudad en la que vivo. ¿Que mejor lugar para encontrar lo que buscaba?, pensé. Tras entrar en ella me sorprendió ver que había de todo menos libros: carpetas, bolígrafos, cuadernos, … pero ni rastro de libros. Al preguntar al dependiente por libros técnicos me respondió que no tenían. Ni técnicos ni de otro tipo. Sorprendido, pregunté que como es que no vendían libros técnicos teniendo tan cerca a cientos de estudiantes que sin duda los necesitarían. Su respuesta me dejó atónito: «Los estudiantes ya no compran libros; usan apuntes y si necesitan alguno se lo bajan de internet». La anécdota -que no es más que eso- me hizo pensar en como ha cambiado la forma de documentarse de los estudiantes en tan solo unas décadas.
En el extremo opuesto se encuentran los que no pueden vivir sin libros, y no pueden ni imaginar como sería la vida sin ellos.
En la obra de Juan Bonilla, La novela del buscador de libros (Editorial Fundación José Manuel Lara, 2018), se verán reflejados todos aquellos para los que leer es casi vicio o enfermedad. Tipos raros, muy curiosos, que tal vez buscan en los libros respuestas que no encuentran en otro sitio.
Somos lo que vivimos, y en parte también lo que leemos. El pasar de la vida nos va haciendo a base de experiencias y de lecturas. Con el tiempo el aficionado a la lectura va formando su pequeña o gran biblioteca, y esta a su vez le va dando forma a el.
Cuenta Juan Bonilla en su libro:
[…]«Ahora depende de los días, la curiosidad la sigo teniendo despierta y con hambre, así que basta con que un columnista mencione un libro que no conozco para que se me abra el apetito, basta enterarme, en un prólogo, en una conversación, de la existencia de un libro apetitoso que yo ignoraba para
que me ponga a la tarea de conseguirlo». […]
[…] «Y así empecé a buscar libros inencontrables en las cuevas de los libreros: porque no había otro sitio donde buscarlos. Y a veces, lo que iba buscando se me olvidaba por lo que acababa encontrando». […]
La novela del buscador de libros, Juan Bonilla.
(Editorial Fundación José Manuel Lara, 2018)