Al periodista Luís Montañés Fontela (1926 – 2011) le debemos el haber dedicado buena parte de su vida a la investigación de la historia de la Relojería. Sus libros nos permiten ampliar conocimientos sobre la historia del reloj, y son una herramienta de consulta habitual para los que nos dedicamos a los relojes.
Una de sus obras, Relojes, Diccionarios Antiqvaria (Cipsa Editorial, 1986), es un diccionario de términos relojeros. En el, Montañés sometió a revisión un largo listado de cuestiones relojeras, definiendo con precisión de cirujano cada una de ellas. Aunque abordó conceptos técnicos de relojería, se trata un libro de divulgación, de fácil lectura para un público no especializado.
En una de las entradas («Aficionado», página 50), explicó las diferencias que para el existían entre el aficionado y el coleccionista de relojes. Se trata de la visión de quien conocía a fondo el mundo del reloj, y el de las personas que se interesan por el.
Se reproduce seguidamente lo que escribió Luís Montañés Fontela, a propósito del término «Aficionado». (Relojes – Diccionarios Antiqvaria, Cipsa Editorial, 1986):
[…] «Distinguimos la categoría de aficionados (fr. amateurs) de la de coleccionistas y, desde luego, de la de relojeros, aunque ambas caben en ella; pero de un modo especial.
Es decir, hay relojeros – quizá muy profesionales y capaces – despreocupados por completo de la historia y de las vicisitudes del reloj: en suma, poco amantes del pasado del reloj en su conjunto, y atentos sólo al problema que les presenta el que le lleven a arreglar en cada momento. Por suerte para ellos, les llevarán normalmente un producto industrial contemporáneo; no una venerable pieza anterior al siglo XIX.
Hay también los que se autoproclaman coleccionistas – ya que para ello no se exige título alguno -, que llegan a tener cierto olfato a la hora de adquirir un reloj en el anticuario, en la subasta o directamente a un particular, y se arreglan con la gramática parda y la experiencia propias del que compra y vende. En esta categoría entran también, con el mismo derecho, los anticuarios profesionales.
Y luego está la condición adquirida de «amateur» o aficionado, que se da incluso entre quienes no compran relojes, sino entre los que quieren conocerlos: los que encontramos en este mundo un manantial inagotable de estudio y de conocimientos. Para saber y para poder escribir de lo que vamos conociendo.
Lo ideal es que un aficionado sea coleccionista y viceversa. El coleccionista que no pasa al grado de aficionado se convierte, por regla general, en un acaparador, sin más intención ulterior que tener muchos relojes y, el día de mañana, hacer un buen negocio al enajenarlos.
Por el contrario, centenares de aficionados han legado su colección en vida o a su fallecimiento, a Museos, contribuyendo así al enriquecimiento sistemático de estos». […]
(Fuente: Relojes – Diccionarios Antiqvaria, Cipsa Editorial 1986); autor: Luis Montañés Fontela).