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Antiguamente, las esferas de los relojes solían tener el nombre del relojero que los vendía y la localidad en la que residía. Nombre que era a su vez el de la relojería que regentaba. Aunque no era una norma fija, ya que hay relojes en los que no encontramos nombre alguno en su esfera, muchas veces ocurría así.
Reloj comtoise firmado en su esfera: «RETAILLEAU, à la Boissière de Montaigu», población y comuna francesa de los Países del Loira en el departamento de La Vendée.
Reloj comtoise firmado en su esfera: «Ventura García de la Revilla, Santander».
Uno de esos nombres que vemos en algunos relojes es el de Emilio Eichberg, relojero de origen alemán afincado en Santander en el siglo XIX, que tuvo relojería en esta ciudad del norte de España.
Relojes del Franco Condado firmados: «Emilio Eichberg, Santander».
La relojería alemana Emilio Eichberg
Emilio Eichberg fundó su relojería en la capital santanderina. Al parecer – según leemos en la web del Cementerio de Ciriego – esta relojería ya funcionaba en 1884. Estaba en el número 10 de la Acera del Correo – actual calle Amós de Escalante – haciendo esquina con la calle Cervantes. El edificio en cuyos bajos se encontraba la relojería ya no existe; hoy hay otro en su lugar, encontrándose en el un establecimiento de la conocida confitería y heladería Regma. En una nota de recuerdo a otro relojero, Luis Nieto – publicada en el diario Hoja del Lunes de Santander (18 de Marzo de 1968) – se hablaba de la entrada de este como aprendiz en la Relojería alemana de Emilio Eichberg y familia. Se dice en la nota, que esta relojería era muy apreciada por quienes querían aprender el oficio de relojero.
Leemos en la Hoja del lunes del 18 de marzo de 1968:
[…] «RECUERDOS
UN RELOJERO
Muy avanzada corría la última decena del año 95 del siglo precedente, cuando nosotros asistíamos a la escuela instalada por don Manuel Reguera en el piso primero izquierda de la casa número 13 de la calle de Vargas, en esta capital, en el que, a la vez, vivía aquella familia compuesta por el matrimonio y su única hija Carmen; abuelos y madre de persona hoy tan conocida como don Manuel Pereda de la Reguera.
Fue entonces cuando conocimos, entre otros camaradas del barrio, al que, en adelante, habría de ser un buen amigo, Luis Nieto (q. e. p. d.) y cuyo afectuoso trato sólo pudo interrumpir la grave enfermedad que le llevó de este mundo.
Se distanció nuestra frecuencia de trato al cambiar nosotros de residencia dentro de la capital, orientándose nuestras vidas, con rumbo laboral la de Luis y hacia superiores estudios la nuestra». […]
[…] «Entró Luis como aprendiz, sin remuneración alguna, en la Relojería Alemana, instalada por don Emilio Eichberg y familia en los bajos de la casa número 10 de la Acera del Correo, después llamada de Amós de Escalante, en su esquina con la calle de Cervantes, cuyo edificio desapareció sustituido por el actual, en el que se haya instalada la confitería Regma». […]
[…] «Constituía aquella relojería una especie de escuela de maestría del oficio, cuya admisión ambicionaban cuantos querían aprender, dispuestos incluso a pagar por el aprendizaje, contándose entre ellos Tino Oceja, quien continuó la profesión en la relojería-joyería Galán, del Paseo de Pereda; habiendo ocupado en la primera el hueco que allí produjo la ausencia de Luis, al establecer éste su modesto taller de reparaciones en una de las primeras casas de la calle de Burgos, el cual subsiste, puesto por el aludido finado en manos de su hijo Paco y nietas, en el que se atiende a la clientela a partir del momento en que su fundador optó por acogerse a un bien ganado descanso, sin perjuicio de la diaria concurrencia al local, sólo interrumpida al sentirse enfermo». […]
[…] «Caso curioso y digno de comentarse es el hecho de correr a cargo del citado Tino Oceja el cuidado del reloj de nuestra plaza de toros, siendo éste el responsable «material» de las alteraciones horarias que, en tardes de espectáculos menores, sincronizan con la marcha de la taquilla». […]
Su familia
Emilio Eichberg Eberstein estuvo casado con Ascensión González. Su mujer falleció en 1914, nueve años antes que el. En la esquela de Ascensión vemos que figuran tres hijos con sus nombres de pila: Laureano, Rosenda y Matilde. Llama la atención que en la esquela de Emilio Eichberg constan los tres, pero uno de ellos – Laureano – aparece con el apellido Aguirre, lo cual parece indicar que pudo ser hijo de Ascensión González, de un matrimonio anterior.
Debió ser nuestro protagonista, persona muy conocida y apreciada en la ciudad de Santander. En la web del Cementerio de Ciriego se cita la necrológica publicada en el diario El Cantábrico el 12 de Agosto de 1923:
[…] «Confortada su alma con los auxilios espirituales, dejó de existir ayer don Emilio Eichberg Eberstein. La dolorosa noticia causó general sentimiento en nuestra ciudad, donde el anciano venerable que acababa de rendir su tributo a la muerte gozaba de las mayores simpatías. Caballero intachable y comerciante prestigioso, don Emilio era tan popular como estimado en Santander. En el transcurso de su dilatada vida se hizo acreedor al cariño y al respeto de todos por su honradez acrisolada, su afabilidad extrema y su carácter simpatiquísimo”. […]
La firma «Laureano de Aguirre», figura en la esfera del reloj comtoise que se muestra. El nombre de Santander aparece también en dicha esfera. Parece razonable pensar que se trata del hijo de Ascensión González y Emilio Eichberg que figura en las esquelas de ambos.
Vemos que Laureano fue también relojero, y que ejerció este oficio en la ciudad de Santander.
Una letra de cambio no satisfecha a su vencimiento
En 1886 se publica en el Boletín oficial de la provincia de Santander (nº140, 15 de Diciembre, 1886), la diligencia de un juez de primera instancia de la capital montañesa, por la que se ordena sacar a subasta una relación de bienes de don Fermín Rumier, para hacer frente al pago de una letra de cambio girada a su nombre por don Emilio Eichberg, no pagada a su vencimiento.
Un robo en la relojería
En 1887 la prensa local santanderina informó de un robo en la relojería de Emilio Eichberg. El hecho debió ser sonado, dada la popularidad del relojero en la capital montañesa. A los pocos días se detuvo a los autores del robo, y se recuperó parte de lo robado. Las crónicas periodísticas de la prensa local de la época dieron cuenta de la detención de los ladrones: los hermanos Cimiano, vecinos de la localidad de Peñacastillo, en calidad de autores del robo; y cuatro miembros más de su familia, acusados de encubrir el delito.
En el diario La Verdad, de fecha 26 de octubre de 1887, leemos:
[…] «Han sido capturados los autores del robo llevado a cabo hace pocos días en la relojería de D. Emilio Eichberg. He aquí como se llevó a cabo tan impofrtante captura según un periódico local:
«A las once de la noche de anteayer fueron a Peña-Castillo en un coche el juez municipal y jefe deSeguridad, el agente de 1ª clase, Silverio López, el guarda de Seguridad Pío Santamaría y el alguacil del juzgado Gerónimo Escalante.
Combinado el plan por el camino, y previas algunas disposiciones oportunas, una vez ya en el pueblo, llamaron a la una y media de esta madrugada en la casa de Feliciano y Victoriano Cimiano, que fue franqueada después de invocar repetidamente el principio de autoridad.
Una vez dentro, el jefe de Seguridad vio y cogió un reloj de bolsillo que estaba colgado en la cama; al preguntar y examinarlo, el agente Silverio López reconoció en el uno de los comprendidos en la nota de objetos robados al señor Eichberg por el dibujo de la tapa, en el que figuraba un torero dando la puntilla a un toro». […]
[…] «Con tan precioso dato, fueron estériles las excusas y negativas de los hermanos Cimiano; el registro practicado completó el éxito, y bajo algunas tablas del tillado levantadas por Silverio Lṕoez aparecieron otros relojes.
Detenidos el Victoriano y Feliciano, se pasó a registrar otras casas inmediatas, entre ellas la de Felipe Cimiano, hermano de los anteriores, quien al principio negó, pero interrogado habilmente por el juez y el jefe de Seguridad, confesó tener en su poder algunos relojes, que entregó inmediatamente, siendo conducido a la cárcel, así como sus mencionados hermanos, por el guarda de Seguridady el alguacil del juzgado». […]
El periódico continúa el relato de la captura de los amigos de lo ajeno, incluyendo un episodio escatológico – narrado con cierta gracia – que se produjo al interrogar a uno de los ladrones.
[…] «Trasladándose después las dignas autoridades en el coche que les había traido al barrio llamado Las Presas, donde está la casa de Salvador Gómez, tío de los Cimianos, este negó rotundamente cuantas veces fue preguntado, y tal vez por la emoción, quizás por el miedo, sufrió una especie de premonitoria incompatible con las narices de cuantos le rodeaban; pero el inteligente Silverio López, a pesar de este contratiempo nasal, olfateó el sitio donde estaban escondidos otros cuerpos del delito, sacándoles de un montón de cal viva y reuniénoles con sus compañeros de factura». […]
Se celebra el juicio
Los objetos rescatados en las intervenciones en las cuatro casas fueron: veinte leontinas de doublé; cincuenta relojes de níquel; cuatro de plaqué; uno de calendario; uno de acero en negro; uno de plata níquel; ocho de plata; cinco de oro; quince de plata remontoirs; y uno sin máquina. Todos quedaron en manos del juzgado de instrucción. No se recuperó todo lo robado, pero si buena una parte de ello.
Varios meses después de la detención de los ladrones, se celebró el juicio, y en junio de 1888 ya estaba dictada la sentencia por la que se condenaba a los hermanos Feliciano y Victoriano Cimiano Gómez a la pena de cuatro años y diez meses como autores del delito de robo con nocturnidad. Los restantes detenidos, a 2 meses 10 días de arresto mayor como encubridores del delito; y a todos, al pago de las costas procesales correspondientes. Además, se condenó a los autores del robo a indemnizar a Don Emilio Eichberg con la cantidad de 1884 pesetas por las alhajas no recuperadas, diez pesetas mas por daños, y 4,75 pesetas al dueño de la casa número 12 de la calle del Correo.
Relojes de estación
A mediados del siglo XIX, el ferrocarrril sustituyó en Santander a las carretas, tradicional método de transporte hasta ese momento. En 1832 – escribe José Simón Cabarga en su obra Santander Sidón Ibera – la Compañía de Reales Diligencias creó las lineas de Madrid a Valladolid y Burgos, y de esta última la extendió hasta Santander. «La industria de las carretas cesó en 1858, decretada su muerte por el Ferrocarril» nos dice este gran periodista santanderino.
Algunas estaciones de ferrocarril de la provincia tenían relojes suministrados por Emilio Eichberg.
En la imagen anterior, reloj de andén o de cuña con dos esferas, que aún puede verse en la estación de tren de Puente San Miguel. Otra esfera con la firma de Emilio Eichberg se encuentra en la estación de Barreda.
Estos relojes solían estar en las estaciones de ferrocarril. Las firmas que tenían en las esferas eran las de Paul Garnier (Paris), J.M. González (San Sebastian), Viuda de Perea (Miranda de Ebro, y la del protagonista de nuestro artículo Emilio Eichberg.
Fuentes consultadas
- Biblioteca virtual de Prensa Histórica
- Cementerio Ciriego, Santander
- Museo del Ferrocarril de Madrid
- Santander Sidón Ibera, José Simón Cabarga