Nota: La información para escribir este artículo se ha extraído del libro «Longitud; la verdadera historia de un genio solitario que resolvió el mayor problema científico de su tiempo» (Anagrama, 2006), de la periodista y divulgadora científica Dava Sobel (Nueva York, 1947).
Longitude. The true story of a lone genius who solved the greatest scientific problem of his time. (Harper Perennial, 2005). Dava Sobel
Primeros años
Nació Foulby, en el condado de Yorkshire, Inglaterra, y aunque hay pocos datos de sus primeros años, se sabe que tuvo una formación autodidacta. Los padres se trasladaron a la localidad de Barrow cuando John era aún un niño, dónde tiempo después aprendería el oficio de carpintero. Aprendió a tocar la viola, tocaba las campanas de la iglesia, y fue nombrado director del coro de la iglesia.
Desde joven mostró inclinación y curiosidad por aprender de los libros. A los 19 años, un sacerdote de visita en la parroquia, le prestó un libro que atrajo su atención. Se trataba de una obra sobre filosofía de la Naturaleza del científico y matemático inglés Nicholas Saunderson (1682 – 1739). Harrison debió quedar impresionado al leer aquella obra ya que escribió su propio ejemplar con anotaciones, al que tituló «Mecánica de Saunderson».
Saunderson era ciego. Cuando contaba un año de edad perdió la visión por un ataque de viruela. El libro que reescribió Harrison recogía un ciclo de conferencias sobre filosofía de la Naturaleza dictadas por Saunderson en la Universidad de Cambridge.
Su primer reloj
Harrison construyó su primer reloj de péndulo en 1713, antes de cumplir los veinte años. Es un misterio la razón que le llevó a interesarse por la relojería y construir relojes, sin tener experiencia como aprendiz de relojero. El reloj era casi completamente de madera, salvo pequeñas piezas de boj y roble.
Cabe preguntarse sobre los relojes que desmontó y estudió – si es que lo hizo- antes de construir el suyo. Los relojes en esa época tenían un precio elevado, y aunque su familia hubiera podido comprarlo, probablemente no habría sido fácil hacerlo.
En el norte de Lincoln-shire no vivió ni trabajó ningún relojero a principios del siglo XVIII, salvo el autodidacta Harrison. Entre 1715 y 1717 construyó dos relojes casi idénticos al primero.
La Longitud
La posición sobre la esfera terrestre está definida por las coordenadas latitud y longitud. La primera podía determinarse por la observación de referencias astronómicas. Su altura sobre el horizonte permitía conocer esa coordenada. Pero la longitud de la posición en la que se encontraban los barcos se perdía en cuando zarpaban y dejaban de tener la referencia de la tierra firme.
El Decreto de la Longitud
El 8 de Julio de 1714, reinando Ana de Inglaterra, se promulgó el Decreto de la Longitud, que establecía una cuantiosa suma para quien descrubiera un método práctico para determinar la Longitud. El premio consistía en 20000 libras para un método que determinara la Longitud con un error no superior a medio grado de un circulo máximo; 15000 libras para un método con un error menor a dos tercios de grado; y 10000 libras para un método con un error inferior a un grado.
El Decreto establecía la formación de un jurado que se conocería como Consejo de la Longitud, que estaría compuesto por científicos, oficiales de marina y funcionarios del gobierno. Dos de los miembros del Consejo eran los científicos Isaac Newton (1642 – 1727) y Edmond Halley (1656 – 1742). El Consejo de la Longitud tuvo una existencia de más de un siglo, en la cual recibió toda clase de métodos -algunos realmente curiosos y disparatados- para resolver el problema objeto de su creación. Durante años, los métodos basados en la observación de referencias astronómicas tuvieron muchos partidarios en el Consejo. Otra forma de resolver el problema consistía en disponer de la hora a bordo del buque, mediante un reloj suficientemente preciso. Sabiendo la hora en el lugar del que había partido el barco -mediante un reloj que se llevase a bordo- y la hora local que indicaría el Sol a su paso por el meridiano, podría determinarse la diferencia entre ambas, y calcularse la Longitud de la posición del barco en todo momento. Una hora de diferencia equivaldría a 15º, bastaría multiplicar esa diferencia horaria para obtener los grados de Longitud.
Un reloj de péndulo no servía para tal fin, dado que los movimientos del barco lo harían inservible; por eso era necesario disponer de un reloj portátil que pudiera funcionar con suficiente exactitud en alta mar.
Ya existían relojes portátiles en esa época, pero las variaciones de temperatura, humedad y movimientos de los barcos, perturbaban de tal forma su marcha que hacían inútil su uso para resolver el problema.
Cronómetros
John Harrison construyó cronómetros tan precisos que permitirían a cualquier buque llevar a bordo la hora exacta en el puerto de partida. De esta forma resolvió uno de los mayores problemas de la navegación durante los siglos XV, XVI y XVII.
Construyó cinco cronómetros que conocemos como H1, H2, H3, H4 y H5. En el primero de ellos, el H1, Harrison trabajó durante cinco años. En 1730, Harrison viajó a Londres para entrevistarse con los miembros de Consejo de la Longitud. La tarea no dió resultados al principio; el Consejo carecía de sede, no se reunía y su actividad se limitaba a responder a las propuestas que recibía -muchas disparatadas- por parte de los miembros. John Harrison se entrevistó con Edmond Halley, que además de miembro del Consejo era el director del Observatorio de Greenwich. Le expuso su proyecto de construcción de un reloj tan preciso que permitiera resolver el problema de la Longitud.
Halley le dijo que expusiera el proyecto a George Graham (1673 – 1751), miembro de la Royal Society y eminente relojero de la época. Tras la reunión con Graham en la que le expuso sus ideas, Harrison obtuvo un préstamo para comenzar a construir su cronómetro. El primero de ellos que conocemos como H1.
Precisión del H1
Empleó 5 años en su construcción y fue probado en la travesía del barco Centurion que partió de Spithead, en el sur de Inglaterra, rumbo a Lisboa.
El viaje duró una semana, y la exactitud del cronómetro quedó probada. Harrison que iba a bordo junto a su maravilloso cronómetro, advirtió aspectos del mismo que podían mejorarse. Al regresar a Londres y comparecer ante el Consejo, fue el único crítico con su obra. Indicó los fallos que había observado y solicitó apoyo para hacer otro cronómetro que los corrigiese. Esto da idea de su personalidad meticulosa y honesta. Solicitó 500 libras al Consejo para fabricar otro cronómetro. Le entregaron la mitad, con la promesa de recibir el resto cuando estuviera terminado.
Construye el segundo cronómetro
En 1739, su nuevo cronómetro, el H2, estaba terminado y fue presentado al Consejo en 1741. Incorporaba las mejoras que Harrison había diseñado para mejorar el H1.
Fué sometido a variaciones de temperatura y movimientos similares a los que podría experimentar en un barco en alta mar, y superó con éxito las pruebas.
Los miembros de la Royal Society emitieron un informe favorable sobre el cronómetro. Aún así, no estaba del todo satisfecho con su obra y pensaba que podía mejorarla.
Necesidad de mejorar su cronómetro
3 cronómetros de John Harrison. Izquierda: cronómetro H3; centro: cronómetro H4; derecha: cronómetro H5
El siguiente cronómetro que construyó fue el que conocemos como H3. Tardó 19 años en hacerlo. No se sabe porqué tardó tanto tiempo en hacer este en comparación con el tiempo empleado en los anteriores.
En 1753, un artesano de Londres llamado John Jefferys, construyó un reloj de bolsillo para Harrison, el cual realizó siguiendo las instrucciones de este. Tiempo después, en una reunión con los miembros del Consejo de la Longitud, Harrison habló de un reloj de bolsillo construido según sus indicaciones, que podría ser de gran utilidad en la determinación de la longitud. Se refería al reloj de Jefferys.
Obtiene el premio de la Longitud
En 1759, Harrison terminó el H4 que finalmente obtuvo el premio de la longitud.
El último cronómetro de Harrison fue el H5. Es del estilo y complejidad del H4, pero más austero. Tras terminarlo, dedicó 2 años a ajustarlo y comprobar su funcionamiento. En ese momento Harrison tenía setenta y nueve años.
La historia de este gran relojero es apasionante. El reconocimiento de sus logros por parte del Consejo de la Longitud fue una batalla de muchos años, que dieron, el y al final de su vida, su hijo William.