François Junod: «La diferencia entre un robot y un autómata es que el primero tiene una función industrial y no estética. Un autómata es poesía, es magia, es contar una historia; es algo completamente diferente. Es una escultura animada, una escena. Es un objeto mágico».
François Junod vive en Suiza, en la localidad de Sainte-Croix próxima al lago de Neuchâtel, donde tiene su taller de construcción de autómatas. La construcción y reparación de autómatas es un arte para el cual se requieren muchos conocimientos y habilidades: La escultura para crear la forma del personaje, la animación de las partes de la figura, la ropa, la ebanistería…
Los orígenes de los autómatas hemos de buscarlos en figuras articuladas y máscaras que existían en la antigüedad. Las figuras articuladas primitivas eran una manifestación religiosa y a la vez una expresión artística. Los autómatas más antiguos se remontan al Antiguo Egipto.
Alfred Chapuis y Edmond Droz nos dicen en su libro «Les automates» (Neuchâtel Éditions du Griffon, 1949): […] «La mentalidad primitiva atribuye vida a las imágenes. Estas, a través de la fuerza mágica de la representación, participan de la vida del modelo que los inspiró, formando lo que hemos llamado su doble». […]
Las obras de François Junod recuerdan a los maravillosos autómatas del siglo XVIII.
Pierre Jaquet-Droz y su hijo Henri-Louis, o Jaques de Vaucanson, geniales constructores de autómatas de esa época, construyeron complejos autómatas que aún hoy siguen asombrándonos.
La labor del el señor Junod es importante para preservar un arte que no debería desaparecer.
Los autómatas de François Junod
