El reloj mecánico más antiguo de la Catedral de Burgos, del que se tiene noticia, data de 1384. En el libro Capítulos de la Relojería en España (Roberto Carbonell Blasco, Madrid 1954), su autor, Luis Montañés Fontela, hace mención de un documento que se conserva en el Archivo Municipal de la ciudad burgalesa. En el consta un acuerdo entre el Ayuntamiento y el obispo, don Gonzalo III, en virtud del cual el primero entregó mil maravedises para la construcción del reloj: […] «para pagar en ayuda de un rellojo que nos facemos fazer en la dicha cibdad en la Iglesia Mayor de Santa María para que tenga a todas las horas del día e de la noche»[…]
Un año después el reloj fue colocado en la Catedral. Nada tuvo que ver este reloj con el que existe actualmente: el famoso «Papamoscas».
El responsable del mantenimiento de la catedral, el canónigo obrero Diego de Castro, nos dice en ese acta capitular como ha de ser el reloj:
[…] «Que el reloj que se aderezaba y que algunos decían que se podía fazer una invención de un tardón: que era un fraile rezando en su libro y el muchacho con el; y cuando hubiese de dar el reloj, le daba al fraile un coscorrón con un palo e salía un rétulo que decía: despierta e cuenta; e que el muchacho despierta e se pone a contar. E así mesmo otra invención que a cada hora que hubiere de dar se represente el Misterio de la Pasión, cada vez de otra manera; los dichos señores dijeron que se hiciese el tardón» […]
En este documento cuyo texto nos muestra Luis Montañés, vemos que ya en 1519 se plantea la construcción de un reloj con autómatas para la Catedral, pero no hay constancia de que se construyera. Nos aclara también, que las primeras noticias que leyó sobre el «Martinillo» son del año 1632, y del «Papamoscas» de 1669, advirtiendo que son ya de reparaciones y composiciones, lo cual indicaría que estos dos autómatas serían construidos en una fecha anterior.