[…] «Las memorias oficiales carecen de la auténtica atmósfera de la guerra. Quienes las escriben se desinteresan casi por completo de que realmente está viviendo el soldado. Por lo general, las guerras eran concebidas por los menos amenazados por ellas: señores feudales, reyes, ministros, políticos, financieros y generales. En la tranquilidad de los despachos construían planes y luego, cuando todo había terminado, escribían sus recuerdos, glorificando sus valentías y justificando sus fracasos. La mayoría de las memorias de guerra elogian la idea de la propia guerra y, por tanto, crean los cimientos de nuevos planes militares. El que paga por todo esto muere en el campo de batalla mientras pone en práctica las intenciones de los generales; el que no necesita la guerra de ninguna manera generalmente no escribe memorias». […] Nikolay Nikulin.
Con esta reflexión sobre la guerra comienza el libro de memorias de Nikolay Nikulin (1923 – 2009), un soldado del Ejército Rojo que vivió el horror de la guerra en primera persona durante la Segunda Guerra Mundial; la que en los países de la extinta Unión Soviética llaman «Gran Guerra Patriótica».
Nikulin fue movilizado por el Ejército Rojo en 1941 a la edad de 18 años. Como soldado vio el horror del asedio de Leningrado (actual San Petersburgo) por el ejército de alemán. Terminada la guerra, se graduó en el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Leningrado. Es autor de gran número de publicaciones sobre Arte en Europa occidental entre 1400 y 1800.
En este libro «Víctimas olvidadas de Stalin» (SND Editores, 2024), Nikolay Nikulin escribe sus recuerdos de una guerra en la que, al igual que millones de compatriotas, se vio obligado a luchar. Su testimonio es importante porque aporta la visión de un soldado sobre la cruda realidad de los que son las guerras. Esta edición cuenta con un excelente prólogo de Carlos Caballero Jurado, licenciado en Geografía e Historia, y experto en Historia militar. Ha publicado excelentes monografías sobre la II Guerra Mundial.
[…] «A Stalin no le tembló el pulso a la hora de mandar a la muerte más atroz (¿hay algo peor que morir por hambre?) a millones de sencillos campesinos. ¿Por qué iba a temblarle a la hora de mandar a la muerte a millones de soldados rusos?. La victoria sobre el III Reich no se obtuvo por la genialidad de Stalin y sus generales, ni por las brillantes doctrinas militares, ni por el armamento – abundante y del mejor nivel – sino usando a los seres humanos como auténtica carne de cañón. Es exactamente lo que Nikulin nos muestra en sus memorias de la guerra». […] Carlos Caballero Jurado.